sábado, 12 de abril de 2008

Un amor con dadivas grotescas .

Un amor con dadivas grotescas me desgarra la piel reseca, y otra vez mas, arrastrándome en el suelo con la angustia de un hombre felizmente solo.
En ocasiones, el corazón tan borracho y sofocado no me deja pensar, pero cuando esas cosas que me hacen acordar a vos actúan de estimulador en los escenarios de mi frialdad, recuerdo ese misterio delirante con el que te movías, y como si sonase un bandoneón con acordes en Fa nostálgico por el fondo me hace refutar al filósofo de los corazones cuando decía
“a menudo, los labios mas urgentes no tienen prisa dos besos después”.


Ahí nomás me vuelvo desafiante conmigo mismo, por que no quiero quererte. Lo estoy haciendo ahora de hecho, siempre tengo miedo de pasar a letras lo que siento. Le doy trascendencia. ¿Y como hacer cuando carezco de la volatilidad emocional con la que vivo para sobrellevar una soledad elegida por uno mismo?
Ahora que me lo pongo a pensar, posiblemente tengas un pacto con mis resacas, y la nostalgia de volver a vivir momentos lindos no me dejen en paz.

Y sin darme cuenta siempre vuelvo al mismo lugar, la imagen amarilla en polaroid tuya juntos en una parque, sin confusiones, cruzada de piernas, fumando y riéndote a carcajadas. Y omitiendolo, de un momento al otro la habitación se me lleno de papeles que hablaban de vos. Y sin embargo, Hace días que estoy escribiéndote encerrado en el cubículo de mi alma en la esquina de mi habitación tratando de buscar las palabras exactas para describir lo que me pasa.

Y pasa el tiempo y suena Lennon, Joaquín, Páez, Ray Charles, Marley, Morrison y releo Cortazar, Coelho, Garcia Marquez, Pizarnik mientrás veo insensibles Filmes de Woody Allen y yo sigo acá desvelado y escribiéndote en el mismo lugar con la cama cada vez más fría, la esperanza de que hubieses sido la única latente y las pupilas algo mas dilatadas.