domingo, 11 de mayo de 2008

Otra Paz.

El cielo te destierra refugiada en la más mínima exposición, y la timidez baja las escaleras corriendo desnuda con los cachetes colorados mientras me miras a los ojos fijamente, traspirada, encima y dentro mió.

Tal vez, la nariz tan estimulada por sales dulces de mares antiguos y la erosión en la piel que provocaron vientos tormentosos te hayan peregrinado desvestida en esta introducción de inviernos hasta esta calle sin salida, deseñalizada y desmedidamente negligente que de seguro te llevara hasta un lugar que te hará bien pero tal vez de un modo sutil le esquivará a las estructuras de los rótulos de la cultura del amor imponen.

Probablemente, quemamos etapas, pero también las quemo Ringo afinando los tambores de “Let It Be”, y eso está pasmosamente bueno. Transgredir hace las cosas diferentes y transitar eso sin miedos, convierte el viaje en un boleto de ida solamente. Y hablo de recordarte nomás por esté olor en las manos que dejan la intriga de los finales abiertos en los libros de la buena memoria que se olvidan de no olvidarte.

Verosímilmente, la mediocridad forma parte de la normalidad en tantos, y que suerte de que seas parte de este lado, el del gremio no remunerado de los que ven la locura como estar un paso mas adelante en el modo de pensar para encontrar así otra paz, y no hablo de la verborrea del pedante comunicacionalmente barato, sino en llegar a visitar espontáneamente el legado del conciente inconciente, sin forzar el hecho, ni esa tele transportación natural a la otra paz.