martes, 11 de noviembre de 2008

Cuando el teléfono suene en habitaciones vacias y nadie atienda .

Cuando comiences a subir las escaleras hasta tus enemigos abrazarán tu memoria, ellos tocarán borrachos el piano como si fuese de percusión hasta que los dedos les comiencen a sangrar para demostrar cuan cerca tuyo estaban, como decía Bukowski, convertirán tus penas, borracheras, adicciones, chistes malos; en tus glorias.

El honor se te condecorará al morir, esos cadáveres de animales muertos que viajaban con vos en el tren no te reconocerán, pero ellos sobresaldrán por sobre todos para que te vislumbren. Muchas de las mujeres que creíste que te acompañarían estarán envueltas en trivialidades; en el show del prime time de la televisión, desarrollando la destreza de cocer sin enhebrar la aguja o re-volviéndose mujeres con su otro “vos” y no notarán de tu ausencia. Sin embargo, ella estará ahí.

El teléfono sonará en habitaciones vacias, como alguna véz ya nos dijo él entre saxos y stratocastters arpegiadas, pero esta vez nadie atenderá, los mensajes se apretaran, comprimiéndose como los pasajeros del Sarmiento en la casilla de tu contestador.

Siempre te preguntaste que pasaría, ¿Y por qué tendría que pasar algo especial si ya habían caído cientos cuando vos comenzabas con esto?.

En fin, cuando ceses, el volumen de tu belleza física e inteligible será la fachada que determine cuanto tiempo perdurarás entre la memoria colectiva del resto (el mismo resto que esperá lo mismo por sus restos).