martes, 6 de enero de 2009

La represión sexual del Fuhrer en tus almohadas.

El era el borracho mas similar que conocí, no se le daba por llorar, ni por ponerse violento sino por la insensatez en sus palabras. Como no iba a ser así, si compartía el enamoramiento por William Bourrughs y no soñaba con más que ser un Enrique Symns del sub. subdesarrollo.

El se despertaba de su cama, envuelto en sus sabanas dibujadas por el mismo (con las formas rectangulares de un piano Yamaha que usaba Ray Manzarek, el tecladista de los Doors, dibujadas en fibron blanco y negro sobre el lienzo blanco) al grito de “solo se alcanzará el éxtasis con sexo indiscriminado, poligámico y promiscuo, ah! y con drogas. Son las dos cosas que producirán el clímax mayor.”. A lo que su mama respondía día a día mirándolo fijamente a sus ojos por unos minutos hasta que el bajase la mirada.

Su vida era sencilla, tenía gastos básicos, pero con 300 pesos mensuales vivía: fumaba 25 gramos por semana, leía libros caros que conseguía económicos en ferias, cambiaba las cuerdas de su guitarra criolla mensualmente y alguna que otra vez se daba el lujo de comprarse alguna remera en rockerias de Hendrix, Jhon Lee Hocker o Stevie Ray Voughn, que no usaría hasta que no la gastase a base de muchos lavados.

Recuerdo que una vez le preguntaron por que no le gustan los psicólogos, a lo que respondió: “La psiquiatría es la enfermedad más pornográfica y obscena que ha inventado Occidente. Es la locura que se volvió loca para mirar a los locos y destruirlos. Un psiquiatra es un tipo temible que recurre a la cicatrización de las heridas. Todo lo que no se hable no tiene posibilidad de curarse. Por eso existen los loqueros para los hombres sin palabras”.

Entonces, en menos o más palabras, honrá la memoria de el y cuando hagas alguna actividad que no sea para buscar un techo, comida o satisfacción sexual, llámame.